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La combinación de problemas financieros y una recesión generalizada agravan la situación - El Fondo Monetario pone el acento en la necesidad de sanear la banca.
Una de realismo. Tres de cada cuatro economías avanzadas están en recesión, y el frenazo global está siendo abrupto. El comercio y el flujo de capital se contraen, mientras cae la producción y el empleo. Y el crédito sigue bloqueado al tiempo que los bancos intentan limpiar sus balances. Ante este escenario, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió ayer de que la recuperación será lenta y penosa, de al menos tres años y medio a partir del momento en que se toque fondo.
El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, no se anduvo ayer con paños calientes y dijo en Washington que 2009 será "un año horrible" con una recesión mundial "profunda" y condicionó la recuperación a que los Gobiernos aumenten su intervención en la economía.
La conclusión forma parte del análisis que el Fondo presentará en la cumbre de primavera, prevista para final de mes en Washington. Para entender el presente y adivinar el futuro, sus economistas estudiaron la evolución del ciclo económico durante el último medio siglo en una veintena de países, incluido España. Identificaron 122 recesiones, 15 de ellas vinculadas a crisis de tipo financiero y tres sincronizadas a escala planetaria.
"La recuperación depende del tipo de shock que creó la recesión", explica Olivier Blanchard, responsable de estudios del FMI. En el escenario actual, el problema es que en una quincena de países se dan las dos a la vez, la de tipo financiero y la sincronizada global. Es una combinación rara, que sólo se vio antes en seis ocasiones. Y a partir de ahí empiezan a cruzarse los números. Una recesión típica, considerada corta y suave, dura un año y la recuperación es vigorosa.
Pero la duración media de las recesiones asociadas a crisis financieras y sincronizadas es de al menos dos años, y se tarda tres y medio en llegar a la posición previa. El FMI calcula que la contracción del producto interior bruto (PIB) es superior generalmente al 4,75%. Esto se debe, según explica, al efecto combinado de la debilidad en la demanda interna y en la externa. Por eso no se sorprende de que se hagan comparaciones con la Gran Depresión. Se trata, de hecho, del escenario de crisis más profundo y duradero en la historia de muchas economías avanzadas. Así lo señalan los economistas del FMI, que aconsejan a los Gobiernos que sean creativos y miren más allá de las políticas tradicionales. La política fiscal, añaden, puede contribuir a reducir la duración de la recesión si el Gobierno actúa como "consumidor de último recurso".
Pero estos estímulos deben lanzarse con prontitud, precisan. El problema, como muestran los modelos del análisis, es que la escalada de la deuda puede constreñir el objetivo de una política fiscal expansiva. Y aviso para navegantes: no será posible sostener la demanda por un periodo prolongado en las economías que entraron en la recesión con posiciones fiscales débiles y altos niveles de endeudamiento público. Siguiendo la partitura marcada desde EE UU por el Tesoro y la Reserva Federal, se advierte de que "restaurar" la salud del sector financiero debe ser un componente "esencial" de las políticas de reactivación. En este sentido, insisten en limpiar los balances de las entidades problemáticas. Aún haciéndose todo esto, admiten en el FMI, la salida del túnel será difícil.
Desde fuera, los analistas de Vanguard, muy criticados por prever una recesión que sería prolongada y profunda, siguen diciendo, 16 meses después del inicio de la contracción en EE UU, que las cosas que ven a su alrededor "no son buenas". "Un año más por lo menos", creen que será el tiempo que deberá pasar antes de poder decir que la situación mejora. "Que el paciente tenga pulso no quiere decir que esté salvado", añaden.
Ante este escenario incierto, el FMI vuelve a hacer un llamamiento a la coordinación de las políticas monetarias, fiscales y financieras para "apuntalar" la demanda. Porque todo está relacionado. Hace un año, por ejemplo, se veía en las economías emergentes el flotador que evitaría una recesión planetaria. La realidad, sin embargo, ha cambiado. Ningún país está aislado. La crisis financiera les está salpicando con una rapidez y virulencia mayor de la esperada. La explicación es sencilla. El capital exterior que necesitan los países emergentes para crecer no llega, debido a los problemas de solvencia de los grandes bancos, que hacen de correa de transmisión.
Las entidades financieras occidentales dominan los flujos que van hacia la región, con activos equivalentes al 10% del PIB de los países avanzados. Para mostrar cómo se transmite el estrés financiero del mundo avanzado al emergente, el Fondo ha desarrollado un nuevo indicador.
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