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Entre plan y plan para rescatar a la banca, el presidente Obama dejó estupefacto al mercado al rechazar los planes de negocio de Chrysler y General Motors, y al darles un ultimátum para presentar un plan alternativo si no quieren verse obligadas a cerrar. El sector se hundió en bolsa y muchos piensan que Obama no es consciente de las gigantescas consecuencias en términos de empleo de dejar caer a los históricos de Detroit.
La realidad es, según el The Wall Street Journal, que el plan de rescate del Gobierno pretende utilizar la legislación de bancarrota para librar a las dos empresas de sus mayores problemas, incluyendo su elevada deuda y los costes del seguro de salud de los trabajadores jubilados.
La idea es partir a GM (GM.NY ) y Chrysler en dos: la buena y la mala. El Gobierno quiere que la GM 'buena' sea una empresa independiente, mientras que la Chrysler 'buena' será vendida a Fiat siempre que ambas alcancen un acuerdo definitivo. El grupo de trabajo del Gobierno sobre el sector ha dicho que prefiere la vía de la bancarrota para reestructurarlas en vez el eterno proceso actual que hasta ahora no ha ofrecido ningún resultado.
Se supone que GM tendrá que solicitar la protección por bancarrota a mediados o finales de mayo. Entonces se dividirá en dos empresas: la superviviente mantendrá marcas como Chevrolet o Cadillac y algunas unidades internacionales. Se entregarán acciones de esta GM buena a los acreedores y a los miembros del sindicato UAW, aunque también es posible que se venda entera o por partes a otros inversores.
Un elemento fundamental es alcanzar un acuerdo con UAW para reducir radicalmente los gastos sanitarios de los jubilados. La nueva GM se libraría se esos gastos, que se transferirían a la 'vieja GM', compuesta por las marcas menos rentables como Hummer y Saturn, así como las plantas no rentables. Esta GM mala permanecerá en bancarrota mucho más tiempo hasta que se encuentre un comprador para toda o para sus partes. Los ingresos de estas ventas irán a parar a los acreedores y jubilados de la empresa.
En el caso de Chrysler, la legislación de bancarrota -que en EEUU no implica el cierre de la empresa, sino que la protege al permitirle incurrir en impago y le da tiempo para reestructurarse- se usaría para renegociar los contratos laborales y la deuda de la empresa. Los acreedores tendrían que asumir importantes quitas a cambio de no perder todo su dinero si la empresa quiebra.
En todo caso, el nuevo CEO de General Motors, Frederick Henderson, anunció ayer a los empleados que la empresa entrará en bancarrota si no es capaz de cumplir los requisitos de reestructuración impuestos por el Gobierno en los próximos 60 días. Según Henderson, Obama está decepcionado porque el plan presentado por la empresa no reduce lo suficiente la deuda, no deja suficiente liquidez para atravesar la crisis y que tiene que fabricar coches pequeños rentables.
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