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Cuatro soldados estadounidenses perdieron ayer la vida en la explosión de un artefacto al paso de su vehículo por una carretera en la provincia de Nangarhar, al este de Afganistán. Los talibanes reivindicaron pocas horas después una acción que se produjo en una jornada en la que también hubo que lamentar la muerte de dos civiles a causa de una ataque suicida en la capital, Kabul, contra un convoy de la OTAN.
Foto: El Mulá Omar comanda centralmente a los Talibanes
Como ocurre cada año desde la llegada de las fuerzas americanas en 2001, la ya clásica ofensiva insurgente de primavera contribuye a complicar la delicada situación de seguridad en el país asiático.
Cuatro soldados estadounidenses perdieron ayer la vida en la explosión de un artefacto al paso de su vehículo por una carretera en la provincia de Nangarhar, al este de Afganistán. Los talibanes reivindicaron pocas horas después una acción que se produjo en una jornada en la que también hubo que lamentar la muerte de dos civiles a causa de una ataque suicida en la capital, Kabul, contra un convoy de la OTAN.
Foto: El Mulá Omar comanda centralmente a los Talibanes
Como ocurre cada año desde la llegada de las fuerzas americanas en 2001, la ya clásica ofensiva insurgente de primavera contribuye a complicar la delicada situación de seguridad en el país asiático.
Nangarhar ha sido un lugar problemático a lo largo de la última semana. Varias personalidades locales han sido detenidas por las fuerzas internacionales y locales debido a su presunta vinculación con la preparación de atentados suicidas y el gobernador local, Abdul Aziz Khairkhwa, advirtió el viernes de la amenaza de algún ataque debido al descontento popular. La amenaza se cumplió y el objetivo fue un convoy estadounidense.
Ya son sesenta los soldados de las fuerzas internacionales caídos en 2009, mientras en Kabul esperan la llegada de los 17.000 efectivos anunciada por Barack Obama para intentar hacer frente a la insurgencia. Expertos militares consultados aseguran que los norteamericanos planean un despliegue estratégico de sus nuevas unidades para crear una especie de cinturón de seguridad en torno a la capital e intentar expandir a base de pactos con los líderes locales esa seguridad desde el centro a las provincias.
Una táctica similar a la empleada por el general David Petraeus en la pacificación de Irak.
Una táctica similar a la empleada por el general David Petraeus en la pacificación de Irak.
«El 5% son irreductibles; el 25% no están seguros de la fuerza de su compromiso con la insurgencia y el 70% están en ello por el dinero», fue el desglose estadístico que realizó el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, ante los aliados de la OTAN en la Unión Europea en su reciente paso por Bruselas donde defendió la necesidad del cambió de táctica porque «no estamos ganando la guerra, la gente está cansada y merece la pena intentarlo».
El responsable de Interior afgano, Mohamed Hanif Atmar, siguió haciendo cálculos y cifró «entre 10.000 y 15.000» el número de talibanes que en la actualidad controlarían «diecisiete provincias», es decir, la mitad del territorio, y que son capaces de actuar cada vez con mayor facilidad en la misma capital, Kabul.
El responsable de Interior afgano, Mohamed Hanif Atmar, siguió haciendo cálculos y cifró «entre 10.000 y 15.000» el número de talibanes que en la actualidad controlarían «diecisiete provincias», es decir, la mitad del territorio, y que son capaces de actuar cada vez con mayor facilidad en la misma capital, Kabul.
Las palabras de Biden recibieron pronta respuesta desde el bando talibán y uno de sus múltiples portavoces, que se presentó como Zabihullah Mujahid, aseguró a la agencia local Pajhwok que «los talibanes estamos unidos bajo el comando central encabezado por el mulá Omar y el debate sobre la existencia de sectores moderados y radicales es simple propaganda. La única solución al problema es la salida de las fuerzas extranjeras».
Diálogo abierto
La Organización de las Naciones Unidas, cuya misión en el país es anterior a la llegada de los americanos, defiende «un diálogo abierto con un personaje identificado y legítimo que represente y unifique a los grupos insurgentes», una figura, según los expertos, inexistente en un panorama actual donde «además de los dos grandes grupos clásicos encabezados por el mulá Omar y Gulbudín Hekmatyar, aparecen infinidad de pequeños clanes independientes y con agendas particulares. Nada garantiza que tras pactar una tregua con un grupo, no vaya a surgir una nueva insurgencia al día siguiente», apuntan fuentes consultadas en la misión del organismo internacional en Kabul.
Los ojos y los misiles de los aviones no tripulados americanos apuntan más que nunca a Waziristán del Norte y del Sur, dos agencias de la zona septentrional de Pakistán en los que los clanes más importantes han formado la Shura Ittehadul Mujahedeen (Consejo de Muyahidines Unidos) que reconocen al «mulá Omar y a Osama Bin Laden» como sus líderes en una yihad cuya lucha volverá a intensificarse en las próximas semanas, tal y como anunció la cabeza visible de este nuevo Consejo, Baitula Mehsud.
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