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El conflicto encubierto entre "halcones" y "demócratas" USA que detonó el golpe de Estado hondureño contra Zelaya, ahora parece proyectarse (como una extensión ampliada) hacia una nueva escalada regional entre Colombia y Venezuela. En este escenario, la mano negra del Pentágono asoma nuevamente detrás de las acusaciones de Uribe a Chávez. Primero fue Aristide en Haití, luego Zelaya en Honduras y ahora quieren a Chávez, luego será Correa, Evo.....
Informe especial
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En marzo de 2008, el asesinato de Raúl Reyes, número dos de las FARC, por fuerzas colombianas alteró el tablero de la región y desató un fuego cruzado de acusaciones de Ecuador y Venezuela contra Colombia, que derivó finalmente en una movilización de tropas ecuatorianas y venezolanas en la frontera mientras, Chávez y Correa ordenaban el retiro de sus embajadores en Bogotá.
Un semana después, en un contexto de distensión de la llamada triple "crisis andina" Colombia-Venezuela-Ecuador, y con el patio trasero "sedado" luego de la confrontación, EEUU salió a expresar su "satisfacción" por el modo en que Chávez y Uribe resolvieron sus diferencias dándose la mano en la reunión del Grupo Río.
Esta semana, volvió a desatarse una nueva escalada regional luego de que el gobierno de Uribe (recreando la táctica utilizada con el famoso "ordenador" de Raúl Reyes) volviera a sus andadas de acusar a Chávez de proveer armas a las FARC.
El gobierno colombiano denunció la supuesta incautación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) de armas de fabricación sueca vendidas por Estocolmo al gobierno venezolano.
Chávez, por su parte, anunció el "congelamiento" de la relaciones con Colombia y ordenó el retiro de su embajador. El presidente venezolano tildó a su par colombiano de "irresponsable" por "lanzar una bola de humo cuando sabe que es absolutamente falso" y amenazó que de seguir ese tipo de señalamientos Venezuela podría llegar a "expropiar" las empresas colombianas en el país.
El líder bolivariano pidió además a sus ministros sustituir las importaciones provenientes de Colombia y estudiar la posible cancelación de proyectos conjuntos, como un gasoducto binacional.
"Que se quede (en Bogotá) el funcionario de más bajo nivel (...); vamos a congelar las relaciones y advierto: la próxima vez que haya una agresión" de este tipo "romperemos las relaciones", manifestó durante la reunión de un consejo de ministros transmitida parcialmente por la emisora VTV de la red estatal de televisión.
El canciller venezolano, Nicolás Maduro, fue más allá al afirmar que esa "campaña" contra Venezuela busca "justificar lo injustificable", en alusión al acuerdo que Colombia negocia con Washington para permitir a EEUU el uso de sus bases militares.
Lo "injustificable", según Maduro, "es la intención de instalar cuatro bases militares, concesión de territorio suramericano colombiano a tropas estadounidenses, con inmunidad (...) para traer armamento de guerra del más sofisticado y peligroso (...) a esta Suramérica en paz".
Fue precisamente el acuerdo militar que Colombia negocia con EEUU el que llevó al presidente venezolano, Hugo Chávez, a anunciar una "revisión integral" de las relaciones con su vecino, al considerar ese convenio como una "amenaza".
La ecuación para los bolivarianos es simple: A modo de una ampliación de la trama hondureña, los halcones USA vuelven a utilizar a Colombia para provocar un conflicto con Venezuela y apostar a un nuevo proceso de desestabilización del presidente Hugo Chávez.
La sombra de Honduras
El conflicto encubierto entre "halcones" y "demócratas", ya detonó el golpe de Estado hondureño contra Zelaya, y ahora parece proyectarse (como una extensión ampliada) en un conflicto regional naciente entre el gobierno de Chávez y la administración de Uribe.
Washington, por estas horas, es un caldo de cultivo de todo tipo de rumores y versiones sobre el proceso hondureño, cuyas orientaciones y aprovechamiento político nacen de operaciones diseñadas en los despachos de demócratas y republicanos donde se decide (desde posturas enfrentadas) el destino de Zelaya y de los golpistas.
En ese tablero, tanto Zelaya como Chávez y los gobiernos de izquierda regionales, son variables de ajuste de la guerra entre los lobbistas de Wall Street (que sostienen a Obama) y los lobbistas del Pentágono y del Complejo Militar Industrial que sostienen el golpe de los "gorilettis".
Curiosamente (y quizás no tanto), cuando el Departamento de Estado "presiona" al gobierno golpista de Micheletti por una "salida negociada" con Zelaya retornando al gobierno, Uribe lanza una nueva acusación contra Chávez señalándolo como proveedor de armas al "terrorismo" de las FARC.
Sin ninguna duda, una nueva escalada regional Colombia-Venezuela resulta una invalorable "cortina de humo" para congelar y dilatar una resolución del conflicto de Honduras que ya amenaza con un desenlace interno del conflicto entre el Pentágono (que sintetiza la postura golpista) y el Departamento de Estado (que resume la posición negociadora de la administración Obama).
Hay una pregunta interesante que siempre se formulan los expertos: ¿Quién controla Colombia, el Departamento de Estado o el Pentágono?
Y no es una pregunta antojadiza y descolgada: La propia prensa norteamericana (desde una toma de posición editorial hacia uno y otro sector) revela a diario que hay una guerra interna desatada entre el Pentágono (los halcones conservadores) y el Departamento de Estado (la administración Obama) por el control y la resolución del conflicto hondureño.
Y si se busca similitudes, Colombia, en la realidad verificable (Plan Colombia), es el "gran portaaviones" terrestre del Comando Sur en América del Sur, como lo es Honduras -en menor escala- en América Central.
Colombia reviste un valor estratégico de primer orden en el diseño del control geopolítico y militar de América Latina, y cuando sucede algún conflicto dentro de sus fronteras, el último que se entera es el Departamento de Estado, señalan los expertos.
En Colombia, tanto como en Honduras, las fuerzas y los militares del Comando Sur se mueven y actúan como un virtual ejército de ocupación encubierto. Los estados mayores del ejército, la policía y los servicios de inteligencia colombianos se reportan "naturalmente a los oficiales y operativos de inteligencia USA plantados como "asesores" en los distintos niveles funcionales del Plan Colombia.
En los albores del Plan Colombia, en 1998, la administración Clinton lanzó la iniciativa asistiendo con US$ 330 millones y 500 miembros de personal militar para entrenamiento de las fuerzas armadas y policía colombianas. Estas sumas, así como la presencia de personal militar y técnico, se fueron incrementando gradualmente.
En octubre del 2004, el Senado estadounidense aprobó una "ley de compromiso", incrementando el número de "asesores" militares (léase oficiales operativos del Comando Sur) estadounidenses que podían operar en el país como parte del Plan Colombia.
En el 2001, el gobierno de George W. Bush expandió el programa con una partida de US$ 676 millones, y hasta el 2007, de los US$ 5.000 millones que EEUU aportó al Plan Colombia, unos US$ 4.000 millones se utilizaron en el componente militar de la iniciativa.
Estas aportaciones convirtieron a Colombia en el tercer mayor receptor de ayuda militar de los EEUU (puesto conservado hasta antes de las invasiones y ocupaciones de Afganistán e Irak).
Estas sumas multimillonarias se extraen de los presupuestos anuales del Departamento de Defensa de EEUU, y permite al Pentágono una ascendente "militarización" de las relaciones con Colombia y una subordinación creciente de sus fuerzas armadas a la estrategia regional de EEUU.
Esta realidad (de dependencia financiera bélica), descripta y probada por una multitud de informes, pone de relieve una ingerencia excesiva del Pentágono en los "asuntos internos" de Colombia, por encima del Departamento de Estado y de su representación diplomática.
Este "detalle", es de fundamental importancia para la comprensión del proceso que se avecina en las relaciones de Colombia con Venezuela, marcadas por una insólita (y novedosa) guerra por "áreas de influencia" entre el Pentágono y el Departamento de Estado.
Y cuando el gobierno de Uribe, rompiendo el status de convivencia acordado después de la crisis regional de 2008, acusa nuevamente a Chávez de armar al "terrorismo" de las FARC, la sombra de Honduras empieza a posarse en América del Sur.
Y surgen sospechas fundadas de que los halcones imperiales del Pentágono, saltando por encima de las decisiones constitucionales de Obama y del Departamento de Estado, van por Chávez.
Lo que no debería sorprender a nadie: Venezuela (en el decálogo del golpismo ultraconservador) es la continuidad de Honduras por otras vías.
En materia de política regional, Uribe y su gobierno no mueven un dedo sin una consulta previa con el Comando Sur, y los bolivarianos lo saben.
En ese contexto, hay que leer los acontecimientos que se avecinan en la borrosa frontera de convivencia Colombia-Venezuela
IAR Noticias
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