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KIM JONG-IL SE ENOJÓ Y VOLVIÓ A EXPULSAR DE COREA DEL NORTE A LOS INSPECTORES DE LA OIEA, REPITIENDO LA MEDICINA DE 2002.
En su propósito de reiniciar su programa nuclear, el régimen de Kim Jong-il se ha deshecho del control internacional al que estaba sometido expulsando a los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) de su reactor de Yongbyon.
«Ya no hay sellos ni equipos de vigilancia en las instalaciones de reprocesamiento de plutonio», explicó la portavoz del OIEA, Melissa Fleming, después de que uno de sus máximos responsables, Olli Heinonen, reconociera ante la junta de gobernadores de esta institución que los inspectores habían sido obligados a marcharse de dicho lugar esta semana.
Además, los enviados del OIEA han tenido que romper un centenar de precintos con los que se habían sellado diversas partes del reactor y desmontar una veintena de cámaras de vigilancia. Aunque las autoridades norcoreanas han prohibido a los tres técnicos supervisar las actividades en las instalaciones donde se manipula el plutonio, fuentes del OIEA citadas por las agencias internacionales aseguraban que los inspectores seguían en otras partes del reactor y tenían acceso a otras instalaciones nucleares de Corea del Norte.
El motivo puede ser que aún siguen precintadas miles de barras de combustible que son necesarias para la producción de plutonio, que permanecen almacenadas en distintos sitios de este país asiático y serán requeridas por el Gobierno norcoreano para retomar sus actividades nucleares. Aunque ahora podrían volver a utilizarse, dichas barras habían sido trasladadas dentro del acuerdo suscrito en las conversaciones a "seis bandas" de Pekín. En el marco de dichas negociaciones, que incluyen a las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón, el régimen de Pyongyang se comprometió en febrero del año pasado a renunciar a su programa atómico a cambio de un millón de toneladas de combustible, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático internacional.
El «eje del mal»
En la práctica, eso significaba que Corea del Norte quería normalizar sus relaciones con la Casa Blanca y ansiaba salir del «eje del mal», donde el presidente Bush la incluyó al acusarla de ser uno de los Estados que financian el terrorismo internacional, junto con Irak antes de la invasión, Irán y Siria.
A medida que el país iba recibiendo ayuda procedente de Corea del Sur, el régimen dirigido por Kim Jong-il permitió a mediados del año pasado el regreso de los inspectores del OIEA tras expulsarlos en 2002, entregó una lista de sus instalaciones nucleares y, el pasado mes de junio, voló la torre de refrigeración del reactor de Yongbyon. A pesar de todas estas medidas, y de asegurar que había cumplido ocho de los once pasos necesarios para desmantelar sus instalaciones nucleares, EE.UU. se negó a sacar a Corea del Norte del «eje del mal» alegando que sus propios inspectores no pudieron acceder al reactor de Yongbyon para verificar su desarme atómico. Enfurecido, el régimen de Kim Jong-il decidió poner en marcha de nuevo su programa nuclear, que en el pasado le llevó a producir unos 50 kilos de plutonio con los que podría cargar entre seis y ocho bombas atómicas.
«Ya no hay sellos ni equipos de vigilancia en las instalaciones de reprocesamiento de plutonio», explicó la portavoz del OIEA, Melissa Fleming, después de que uno de sus máximos responsables, Olli Heinonen, reconociera ante la junta de gobernadores de esta institución que los inspectores habían sido obligados a marcharse de dicho lugar esta semana.
Además, los enviados del OIEA han tenido que romper un centenar de precintos con los que se habían sellado diversas partes del reactor y desmontar una veintena de cámaras de vigilancia. Aunque las autoridades norcoreanas han prohibido a los tres técnicos supervisar las actividades en las instalaciones donde se manipula el plutonio, fuentes del OIEA citadas por las agencias internacionales aseguraban que los inspectores seguían en otras partes del reactor y tenían acceso a otras instalaciones nucleares de Corea del Norte.
El motivo puede ser que aún siguen precintadas miles de barras de combustible que son necesarias para la producción de plutonio, que permanecen almacenadas en distintos sitios de este país asiático y serán requeridas por el Gobierno norcoreano para retomar sus actividades nucleares. Aunque ahora podrían volver a utilizarse, dichas barras habían sido trasladadas dentro del acuerdo suscrito en las conversaciones a "seis bandas" de Pekín. En el marco de dichas negociaciones, que incluyen a las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón, el régimen de Pyongyang se comprometió en febrero del año pasado a renunciar a su programa atómico a cambio de un millón de toneladas de combustible, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático internacional.
El «eje del mal»
En la práctica, eso significaba que Corea del Norte quería normalizar sus relaciones con la Casa Blanca y ansiaba salir del «eje del mal», donde el presidente Bush la incluyó al acusarla de ser uno de los Estados que financian el terrorismo internacional, junto con Irak antes de la invasión, Irán y Siria.
A medida que el país iba recibiendo ayuda procedente de Corea del Sur, el régimen dirigido por Kim Jong-il permitió a mediados del año pasado el regreso de los inspectores del OIEA tras expulsarlos en 2002, entregó una lista de sus instalaciones nucleares y, el pasado mes de junio, voló la torre de refrigeración del reactor de Yongbyon. A pesar de todas estas medidas, y de asegurar que había cumplido ocho de los once pasos necesarios para desmantelar sus instalaciones nucleares, EE.UU. se negó a sacar a Corea del Norte del «eje del mal» alegando que sus propios inspectores no pudieron acceder al reactor de Yongbyon para verificar su desarme atómico. Enfurecido, el régimen de Kim Jong-il decidió poner en marcha de nuevo su programa nuclear, que en el pasado le llevó a producir unos 50 kilos de plutonio con los que podría cargar entre seis y ocho bombas atómicas.