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LA POTENCIA DE LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL, GLOBAL Y MUNDIAL TIENE EFECTOS AÚN INSOSPECHADOS. TANTOS QUE YA LA NACIONALIZACIÓN DE LA BANCA O DEL SISTEMA FINANCIERO NO SUENA A MALA PALABRA. EN INGLATERRA Y TAMBIÉN EN LA EUROZONA DEBATEN SOBRE EL TEMA.
La nacionalización total de la banca está encima de la mesa. No como una posibilidad remota para un supuesto excepcional. Sino como algo con visos de certeza en un futuro no muy lejano. El argumento ha dejado de ser la solvencia de las entidades y la necesidad de soportarlas a través de inyecciones de capital. O el deseo de transmitir a la opinión pública la seguridad de que el Estado garantiza por completo sus depósitos, a la vez que, por cierto, se asegura el control de los recursos financieros en un momento en el que estos escasean. Qué va. La razón última sería que, en un mercado como el del crédito, en el que hay prestamistas y prestatarios, los primeros no estarían cumpliendo su papel. Paradoja de un crecimiento sustancial de las cifras globales de suministro crediticio y una simultánea merma sustancial de la financiación a la economía real. Las instituciones supranacionales o locales de carácter oficial aportarían una liquidez que estaría siendo guardada celosamente en su balance por la banca privada, reacia a ponerla en circulación y cumplir con su papel de ligazón entre ahorradores e inversores. Cuando la esencia del negocio bancario, la que le da justificación, desaparece, el sector pierde su carácter diferencial y se iguala con otras industrias necesitadas de la mirada cariñosa de la administración. Su ayuda asumiría, para el común de la ciudadanía, un carácter arbitrario, con el consecuente coste que ningún político quiere asumir. Pero la necesidad de su existencia obligaría al Estado a suplir inevitablemente su actividad. En ese punto del debate es en el que hoy nos encontramos.
Bien, más allá de los vaivenes intelectuales del bloguero, no lo tomen en sentido peyorativo, lo cierto es que el autor se está limitando a reflejar una situación que hoy, de facto, existe en las Islas. Lean si no el primer párrafo de la pieza de John Kay el miércoles en el propio FT. La intervención administrativa en las entidades de aquél país cuenta con pocas y sonadas excepciones, como Santander-Abbey y Barclays, ambas en el disparadero en las últimas semanas. Reconoce Kay el dudoso éxito de experiencias similares en el pasado y apunta a una cuestión que merece mayor detenimiento: la reciente y preocupante convergencia en el modo de actuación de gobernantes y banqueros en los años inmediatamente anteriores a la crisis que se iniciara, de un modo formal que no real, en agosto de 2007. No en vano, no es difícil encontrar características comunes en el comportamiento tanto de unos como de los otros. Destaquemos, entre otras, las siguientes:
1. No hay, salvo contadas excepciones, una estructura de propiedad concentrada dada la amplitud de la base electoral o accionarial.
2. Ambos gestionan principalmente recursos de terceros, ciudadanía o ahorradores.
3. Su rendición de cuentas es a corto plazo, anual o en virtud de cada elección, respectivamente, y a ella está vinculada su remuneración en términos de poder económico o político.
4. Precisamente por ello ambos son late cyclicals de forma tal que donde hay un duro a ganar o un voto a rascar, ahí están poniendo pasta, sólo diferenciándose, teóricamente, en el mayor o menor altruismo de su actuación.
5. Ambos se necesitan, lo que hace que se apalanquen en el otro para alcanzar sus respectivos objetivos. Las medidas contra ciclo sólo pueden venir impuestas por un tercero teóricamente independiente a ambos, si es que llegan.
6. Recopilación de lo anterior: se asume tanto riesgo como los supervisores o controladores dejan en la certeza de que si las cosas salen bien hay recompensa sustancial pero si salen mal serán otros los que asuman las consecuencias.
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